Trama y Fondo
VI Congreso Internacional de Analisis Textual

 

El viaje como dinamizador
del relato en Doctor Pasavento, de Enrique Vila-Matas

     
 

Gonzalo Martín de Marcos
UNIVERSIDAD DE VALLADOLID

 
     
 

Enrique Vila-Matas es un novelista consagrado tras más de tres décadas de escritura. No obstante, su mayor visibilidad para el público y el mayor reconocimiento por la crítica le han llegado a partir de la trilogía formada por Bartleby y compañía (2000), El mal de Montano (2002) y Doctor Pasavento (2005). Esta comunicación se centra en un elemento clave de la tercera de estas novelas, donde se explota en profundidad una fórmula de relato que tiene directas conexiones con las formas narrativas de la posmodernidad, y cuyo cultivo es creciente no sólo en la narrativa española sino también en la narrativa en otras lenguas. El motor que dinamiza esta forma es el relato de viajes, en el sentido de que impulsa, cohesiona y suscita la acción narrativa.

En términos generales, se observa que la fórmula que practica Vila-Matas en Doctor Pasavento (2005) se apoya en tres pilares fundamentales: hibridismo textual, metaficcionalidad y viaje. Tales dimensiones del relato se incardinan en el contexto cultural de la Posmodernidad, que ha puesto en tela de juicio, entre otras cosas, las formas tradicionales del relato narrativo literario. El hibridismo textual, consistente en la mezcla de géneros en una misma obra, es una práctica literaria tradicional, pero la posmodernidad ha incrementado su uso hasta un grado tal que lo ha convertido en un signo distintivo del relato actual (Lozano: 2007, 143). Sin embargo, mezclar géneros, o códigos (hibridismo semiótico), no debe confundirse con las mezclas de ficción y realidad (Martín: 2009: 149). Esto último se puede lograr sin apenas fricciones genéricas: valga como ejemplo la novela histórica, donde se mezclan hechos realmente acaecidos con personajes de ficción, o alguna otra fórmula, pero sin heterogeneidad discursiva, sin que deje de ser exclusivamente novela. La mezcla de ficción y realidad resulta hoy más ostensible a causa de un hibridismo extremo e inextricable, como ocurre en Doctor Pasavento. En segundo lugar, la metaficcionalidad obedece a la autorreflexibilidad o autorreferencialidad del relato posmoderno. Es decir, el referente comunicativo es el mismo texto, su gestación y desarrollo. Si bien este punto ha gozado de atención crítica privilegiada, no constituye aquí objeto de estudio.

El viaje, tercer elemento mencionado, es aquél sobre el que esta comunicación se centra. Porque el viaje en Doctor Pasavento (2005) es un mecanismo crucial en la dinámica del relato. Es más, debería decirse que es el motor del relato, no sólo en esta novela, sino también en El mal de Montano, y de forma potencial e implícita en Bartleby y compañía (Martín: 2009, 168-86). Además, puede comprobarse su relevancia en textos bajo géneros distintos del mismo autor: artículos periodísticos, ensayos, cuentos, etc. En cualquiera de los casos, Vila-Matas ha hallado en el relato de viaje una herramienta compositiva muy eficaz y que maneja con gran habilidad.

Antonio Garrido Domínguez ofrece una breve historia del papel del viaje desde los comienzos de la  Literatura universal. En los textos sagrados de distintas religiones se presenta el viaje como peregrinación: tanto la Biblia como el Corán, como La Escala de Mahoma consideran “la vida humana como una peregrinación” (Garrido: 2007, 138), cuya existencia es efímera. El hombre peregrina en su vida hacia un lugar mejor: el paraíso, una tierra de promisión, en el caso del pueblo judío errante… En el Barroco, esta concepción la acentúa la Contrarreforma, afilando sus perfiles trágicos: la vida es una peregrinación de la cuna al sepulcro. Numerosos sonetos metafísicos del Siglo de Oro español insisten en esta imagen, como los de Quevedo: “En el Hoy y Mañana y ayer / junto pañales y mortaja”. Antes, en la Literatura clásica, son paradigmas, del retorno y del descenso al Hades respectivamente, La Odisea y La Eneida. Más tarde, La Divina Comedia narra, como Virgilio, otro viaje a los infiernos, y un posterior ascenso a los cielos. La antigua novela de aventuras, como Las Etiópicas, El asno de oro o El Satiricón, ofrece una información geográfica y cultural de otras realidades que pretenden descubrir al lector para ampliar sus conocimientos. En otro sentido, que irá cobrando una enorme importancia, Apuleyo, en El asno de oro, y San Agustín, con sus Confesiones, narran un camino espiritual, que en el caso del religioso tiene ya una decidida dirección interior—a la que ayuda el soporte confesional—, que conduce hacia el autodescubrimiento o el autoconocimiento. En este sentido, podría decirse que las Confesiones son la primera “utopía interior” (Garrido: 2007, 139).

En la modernidad, son la novela lírica y la novela de aprendizaje, Bildungsroman, las que han heredado esta concepción. Justin Stagl, en su libro Una Historia de la curiosidad (1995), establece una distinción entre la concepción del viaje del siglo XVII y la que tuvo el Siglo de la Ilustración (Gómez: 2005, 3). En el Barroco, como antes explicaba Garrido Domínguez, se abunda en el viaje como una peregrinación por el valle de lágrimas, un mundo tremendo sobre el que sin embargo se experimenta una seguridad ontológica, es decir, sobre el ser del yo y de las cosas que lo rodean, fundamentada en la creencia en un universo cerrado y en la certidumbre de la trascendencia. Los viajeros filósofos del XVIII, por el contrario, viajan por un universo abierto, objeto de su estudio científico. Leila Gómez, de la Universidad de Colorado, avanza en la historia de la concepción del viaje hasta la contemporaneidad, que es cuando “Las identidades viajeras se forjan en la tensión del tránsito y en la suspensión del retorno” (Gómez: 2005: 10). Y es precisamente éste, la identidad en crisis, uno de los temas presentes en la narrativa de Vila-Matas y en particular en Doctor Pasavento, cuyo protagonista, un viajero, emprende un viaje sin retorno que pondrá en riesgo su propio yo.

El viaje es un arquetipo, un modelo primario y universal. A partir de las ideas de Jung, Joseph Campbell desarrolla el mito del “viaje del héroe”, cuyo origen está en el inconsciente. El héroe, representación del individuo, emprende un viaje en el que tiene que superar una serie de pruebas o trabajos hasta a un objetivo final, tras cuya consecución retornará al origen: “El camino común de la aventura mitológica del héroe es la magnificación de la fórmula representada en los ritos de iniciación: separación-iniciación-retorno…” (Campbell: 1972, 75). La mayor parte de los grandes héroes (Prometeo, Jasón, Eneas, Moisés, Mahoma, Jesús, Gautama Buddha), dice Campbell, siguen el mismo itinerario. De todas las etapas, el regreso es la que plantea una dificultad mayor. Es más, el héroe puede no regresar. Este punto adquiere una importancia singular en la obra de Vila-Matas, como  se verá, porque, aunque esta posibilidad esté contemplada en el esquema de Campbell como “La negativa al regreso” (Campbell: 1972, 179-82), la posmodernidad ha llegado a omitirlo como un signo de los tiempos.  

Ya en Literatura, no es fácil resolver la forma de delimitar qué es y qué no es un relato de viajes. Julio Peñate Rivero alerta de la “ilusión de las tipologías” (Peñate: 2004a, 22), por obra de la cual la tipología es la definición, o dicho en otras palabras, la definición se diluye en la tipología. Así, para definir la literatura de viaje, Mariño y Oliva acuden a criterios temáticos: se habla del viaje al otro mundo, comercial y de exploración, religioso, diplomático, descriptivo, entretenido, como descubrimiento, de evasión, como género literario, arquetípico iniciático, cultural, fantástico, formativo, ideológico, de autoconocimiento o imaginario (Mariño: 2004). O se acude al criterio ético, como dice Danilo Manera, para quien hay dos orientaciones en el viaje: “una visión centrípeta y asimiladora, imperialista y colonialista, colectiva y uniformante, convencida de poseer la verdad y concentrada en la conquista (…) o en el proselitismo religioso” (Manera: 2007, 178); y “una visión centrífuga y mulata, en su mayoría individual y pacífica, portadora de dudas y curiosa, volcada en la búsqueda existencial y en el vagar infinito” (Manera: 2007, 178). En general, se diría que para delimitar el relato de viajes hay que pasar por valores como la predominancia. Es decir, un relato es un relato de viajes cuando predomina este elemento sobre otros caracterizadores, a saber, el terror o la intriga. No obstante, este criterio es cuando menos impreciso, sobre todo en el contexto posmoderno donde la hibridación difumina también las llamadas modalidades genéricas: relato de aventuras, relato de terror, relato de viajes, etc.

En Doctor Pasavento, la novela de Enrique Vila-Matas, este aspecto se vuelve particularmente visible, porque en la novela conviven el viaje, el ensayo, la narración, la autoficción o la crítica literaria, por mencionar sólo algunos géneros, así que denominarla novela resulta, a la postre, puramente convencional. Ahora bien, el viaje, pese a su convivencia con las otras formas genéricas, goza de un estatuto muy importante en esta novela. Esta importancia tiene también su razón contextual. En la Posmodernidad, los escritores se han convertido en “nomadic subjects” (Braidotti: 1994), y han vivido un cambio de prioridades: de escritores de viajes se han convertido en escritores viajeros. Ahora, se viaja para escribir, como explica Peter Hulme (2002: 87-105). Algo semejante señala Lozano Mijares, en su destacado libro La novela posmoderna española: “el autor posmoderno ya no es un creador omnipotente, capaz de hacer surgir un microcosmos ex nihilo, sino un homo viator, un ser itinerante, alguien a quien se identifica, en su proceso de conocimiento, con lo errante, la incertidumbre de la exploración y del descubrimiento” (Lozano: 2007, 168). Esta relación de dependencia, según la cual el relato depende del viaje, ejemplificada en Doctor Pasavento, alerta en el fondo de la misma crisis de los relatos tradicionales, que precisan hoy día para su desarrollo de un motor o impulsor, el viaje.

Pues bien, para el caso de la novela de Enrique Vila-Matas, se postula aquí la importancia del viaje como motor del relato, dinamizador discursivo o activador textual. Tal aspecto ha sido ya señalado por críticos como Julio Peñate Rivero para el género viático, pero no ha sido analizado en profundidad (2004b, 338-39) Esta función consiste en lo siguiente. En Doctor Pasavento, donde la acción no se basa en los personajes ni en una determinada acción externa, el viaje funciona como un generador de anécdotas que alimentan la reflexión ensayística, suscitando recuerdos, analogías o encuentros. De este modo, se convierte en una malla que sostiene un discurso cuyo relato, de no ser por el viaje, se deshilvanaría sin la suficiente consistencia estructural. Véase un ejemplo: en la novela, el protagonista emprende un viaje en el AVE que une Madrid con Sevilla. Durante este tiempo el viajero mira el paisaje, conversa con otros pasajeros o lee un libro. Existe, pues, una acción exterior generada por el desplazamiento. Pero además, durante este tiempo y en un cauce digamos paralelo, se da una acción interior, cubierta por las evoluciones del pensamiento, el rodar de las ideas, las opiniones que despiertan los otros, los recuerdos, las esperanzas. Existe una vinculación entre estas dos acciones, según la cual, el viaje, como acción exterior, va generando y suscitando la acción interior. Para el protagonista, alter ego del propio Vila-Matas, ver a otro pasajero que porta Fuga sin fin, de Joseph Roth, origina una reflexión crítica y literaria. O un determinado paisaje visto a través de la ventanilla activa un recuerdo o un pensamiento por analogía, que alimenta a su vez la acción que transcurre por el cauce interior (Vila-Matas: 2005, 50 y sigs.).

Por otra parte, y ello en otra dimensión, el viaje adquiere esta potencialidad estructural y discursiva para el relato gracias a su riqueza significativa. El viaje, no ha de olvidarse, es un tema universal. Es más, se trata de un arquetipo que actúa a niveles profundos en la configuración del yo. En la posmodernidad el yo experimenta crisis que conciernen a su identidad e integridad. Lo mismo aqueja al protagonista de Doctor Pasavento. La condición nómada de su protagonista agrava esta crisis, pero al mismo tiempo la combate. Esto es, frente a la indefensión del yo que se debate en un relato desatadamente híbrido, el viaje proporciona no sólo un soporte estructural sino también un soporte ontológico: el viaje es un sólido basamento para el mundo ficcional de un relato que provoca la pluralidad ontológica a consecuencia de la hibridación textual.

El escritor, en la posmodernidad, es un viajero, y no crea de la nada. La experiencia viática, que se reproducía y atribuía a los personajes, sin que tuviera por qué ser adjudicada al autor (o sin que tuviera la misma trascendencia si el autor, en efecto, también la vivía), se centra en el creador, y si tal se menciona es porque en este tiempo, como defiende Claudio Magris, se está cultivando una literatura que se hace de la realidad, “literatura vitalísima zambulléndose en la realidad, plasmándola con rigurosa precisión…” (Magris: 2008,18). Vila-Matas es un autor cuya itinerancia se refleja en lo que escribe, con lo que dota al mundo del texto de un estatuto ficcional distinto, en el que por supuesto se mezclan lo real y lo ficticio. El viaje del autor es, al mismo tiempo, experiencia externa inspiradora y “activador textual” en la dimensión propia de la obra literaria. Dicho en palabras más sencillas: el autor escribe sobre sus experiencias viajeras, siendo él, muchas veces, protagonista, o encarnándose en personajes que lo refieren con mayor o menor claridad, y relatando vicisitudes que a él en verdad le han sucedido y sobre las que cabe hacer literatura. Vila-Matas practica dicha actividad creativa y se declara devoto de esta tendencia posmoderna en la que el autor viaja y escribe sobre sus viajes sin celar las identidades entre experiencia vivida y experiencia narrada, entre personajes y personas o entre narrador-protagonista y autor de carne y hueso.

 
     
  Bibliografía  
     
 

BRAIDOTTI, R. (1994): Nomadic Subjects. Embodiment and sexual difference in contemporary feminist theory, Columbia University Press, New York.

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GÓMEZ, L. (2005): “Presentación”, The Colorado Review of Hispanic Studies, 3, 1-17.

HULME, P. (2000): “Travelling to write (1940-2000)”, The Cambridge Companion to Travel Writing. Peter Hulm and Tim Youngs (Eds.), Cambridge University Press, Cambridge, 87-105.

LOZANO MIJARES, M. P. (2007): La novela posmoderna española, Arco Libros, Madrid.

MANERA, D. (2007): “Viajes de papel y papeles de viaje: apuntes sobre andanzas literarias”, Palabras de viaje. Estética y hermenéutica del viaje. Luis Beltrán e Ignacio Duque García (Coords.), Ediciones Vitel·la, Bellcaire d’Empordà, 165-83.

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---------------------------. (2004) b: “¿Una poética del viaje en la narrativa de César Aira?”, Relato de viajes y Literaturas Hispánicas, Julio Peñate Rivero (ed.), Visor, Madrid, 333-351.

VILA-MATAS, E. (2004): Bartleby y compañía, Anagrama, Barcelona.
-----------------------. (2003): Doctor Pasavento, Anagrama, Barcelona.
-----------------------. (2002): El mal de Montano, Anagrama, Barcelona.

 
     
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