Trama y Fondo
VI Congreso Internacional de Analisis Textual

 

FRIDA KAHLO, DISCURSOS. DE LA BIOGRAFÍA AL RELATO DE FICCIÓN

     
 

Esther Maganto

 
     
 

Una búsqueda casual en la red derivó en el encuentro entre mis ojos y esta imagen de Magdalena del Carmen Frida Kahlo y Calderón (1907-1954), la artista y pintora mexicana que fascinó a muchos, que a su vez fue repudiada por otros, y cuya figura, vida y obra se mantienen y prolongan a lo largo del tiempo incombustibles, gracias a múltiples investigaciones biográficas, a infinidad de nuevos trabajos en los que los autores aportan creatividad y ficción, y a través del fenómeno que se ha dado en llamar Fridomanía, cuyo auge ha tenido lugar mundialmente a partir de la celebración del primer aniversario de su nacimiento.

 
     
   
     
  Mirada desafiante = Desafío de su mirada  
     
 

Me miraba fijamente, segura de sí misma, posando cómoda y con una actitud de desafío, transgresora, polifacética, como siempre le gustó. Ya conocía su obra pictórica, diversas biografías, su faceta de activista política e incluso el eclecticismo de su vestuario y su racional intención de crear una determinada imagen pública ligada a la creación de una identidad nacional mexicana -un proyecto surgido en el contexto político y social del México post-revolucionario propio de las décadas 20 y 30 del siglo XX. Por ello, contemplé este nuevo discurso visual en torno a Frida buscándole un sentido y uno o varios significados: ¿nuevo arte?, ¿acaso campaña publicitaria?, ¿o arte publicitario?

La imagen, me sugirió un collage de elementos visuales con distintos mensajes referidos a varios datos biográficos de la artista. La cabeza, ligeramente ladeada en actitud de complicidad con el espectador, se sostenía sobre un cuerpo masculino cuasi-perfecto, proporcionado matemáticamente según los cánones de belleza griegos, aunque cubierto únicamente por un boxer, un objeto de consumo enmarcado en la postmodernidad. En el pecho, y en un lugar central y predominante, el logotipo de la firma de ropa masculina Calvin Klein. Esta particular composición de la figura de Frida con rostro femenino y cuerpo masculino, la relacioné con la bisexualidad confesa de la artista, con la transgresión identitaria como modo de comportamiento natural en su vida cotidiana. Si la negación de la feminidad de su cuerpo a partir de las constantes infidelidades de su marido, el también pintor Diego Rivera, puede contemplarse en la obra Autorretrato de pelona (1940), las relaciones mantenidas a lo largo de los años con distintas mujeres, y no consentidas por Rivera, quedaron plasmadas, entre otras pinturas, en títulos como Dos cuerpos desnudos en el bosque (1939).

Por otro lado, el rostro femenino maquillado, bellísimo, se correspondía con la fotografía firmada por uno de los amantes de Kahlo, el fotógrafo norteamericano Nickolas Muray, en el año 1939, y a su vez con la portada del libro Frida Kahlo. Ahí les dejo mi retrato,  una de las diversas obras publicadas en forma de memorias y biografías dedicadas a la artista, que vio la luz en el año 2004, medio siglo después de su fallecimiento (1). En este posado que descubría únicamente su busto y su rostro, y vestida intencionalmente de tehuana, Frida decoró su cabeza con cintas de colores entrelazadas entre el cabello –uno de los distintivos de los pueblos con costumbres matriarcales del Itsmo de Tehuantepec, en México-, y cubrió su cuello con joyas de oro de diseño prehispánico.

Este y otros detallados posados fotográficos, como los que hiciera en otras ocasiones para su amiga y fotógrafa mexicana Lola Álvarez Bravo como en la década de 1940 (2), se atisbaba una doble intencionalidad por parte de Frida: por un lado, la de mostrar su radical enfrentamiento a las modas vestimentarias de la época, y con ello a las modas burguesas, y por otro, la de mantener a lo largo del tiempo una imagen libremente autoimpuesta y renovadora culturalmente, comprometida y perfeccionada, quizás exacerbada al final de su vida. Sin duda, su pulcro y ritualizado aspecto físico-estético destaca sobremanera en las biografías que se recogen de la artista, entendido como parte indispensable de un todo que se crea a sí mismo, que evoluciona y envuelve a la persona en el camino de conformación hacia la artista, y más allá, hacia el personaje histórico y finalmente, en dirección hacia el mito globalizado.

El uso continuado de prendas de origen indígena a partir del año 29, momento en el que contrae matrimonio con el artista y muralista mexicano Diego Rivera, obedeció no sólo a la constante búsqueda por parte de Frida de su propia identidad, también a una manifestación de su ideario político en clara conexión con una de las consecuencias de la Revolución que tuvo lugar en el México de principios del siglo XX, la construcción de una cultura “verdaderamente” mexicana: “después de tres siglos de dominación española y de casi un siglo de sometimiento al neocolonialismo de Estados Unidos, (.) la Revolución promoverá la defensa de la herencia autóctona, y un rechazo del complejo de inferioridad racial y cultural que había caracterizado hasta el momento a las clases dirigentes” (3).

Tal y como se recoge en el primer y más completo texto biográfico de Frida, de la autora norteamericana Hayden Herrera y publicado en su primera edición en el año 1983, Frida emplea el género epistolar como fórmula de comunicación con sus familiares y amigos. En una de las cartas enviadas desde Estados Unidos a México en 1933, y en concreto a su amiga Isabel Campos, Frida justifica tanto su presentación social ante intelectuales, artistas, clases medias y altas norteamericanas, como el uso cotidiano del traje de tehuana y de otras zonas de su país de origen, afirmando: “sigo corriendo como loca y me estoy acostumbrando a esta vieja ropa. Mientras tanto, algunas mujeres gringas me imitan y tratan de vestirse a la mexicana, pero las pobrecitas sólo parecen coles, y a decir verdad, se ven ridículas” (4).

No es tan casual, por tanto, que 1933 sea el año en el que Frida pintara el cuadro Mi vestido cuelga ahí, en cuyo centro pende un vestido de tehuana vacío, y cuyo significado ha sido interpretado por una verdadera profusión de críticos de arte y sobreabundancia de autores. Frente a la teoría más extendida de la alienación cultural, una de las últimas investigaciones firmada por la profesora de arte Patricia Mayayo, apunta que el significado del cuadro “es político, un emblema de protesta silenciosa frente a los símbolos decadentes de la sociedad capitalista: el teléfono, los rascacielos, los signos del dólar, la imagen de Mae West” (5).

Con el fin de comprender las razones de esta particular presentación social de la artista, la mujer, la militante política… y del marcado eclecticismo de su vestuario, resulta necesario recurrir a otros trabajos recientemente publicados en México. En el estudio pormenorizado de su colección prendas, que responde al título El ropero de Frida, y que sólo ha sido posible elaborar tras el fin de los 50 años fijados en el fideicomiso auspiciado por Rivera en el año de la muerte de Kahlo, la investigadora Marta Turok insiste en que “queda claro que Frida no era purista. Forjó gradualmente un estilo propio, (.) y el análisis cuidadoso de la manera en que armaba sus atuendos (.) revela que no usó la indumentaria como “traje indígena”, en el sentido de un costume completo. Su eclecticismo refleja una forma de expresión personal y de proyección estética” (6).

Sobre este aspecto, Patricia Mayayo añade una nueva tesis en la obra Frida Kahlo. Contra el mito, un texto crítico y revisionista sobre la ingente bibliografía publicada sobre Kahlo, donde la investigadora argumenta a través del capítulo La construcción escénica del yo que, “la creación del personaje de Frida Kahlo no se circunscribe tan sólo al ámbito de la pintura: la vestimenta y el adorno corporal, la decoración de la Casa Azul o la fotografía constituyen asímismo, vehículos a través de los cuales la artista irá construyéndose una distintiva imagen pública” (7).

A través de fotografías de su vida, es muy visible el cambio estético existente entre la joven Frida de los felices años 20, que viste y se presenta públicamente con prendas de moda burguesa, representando a un nuevo modelo de mujer moderna que se denominó Nueva Mujer, y la Frida posterior a su matrimonio con Diego Rivera: “no es Kahlo, la única mujer artista de la primera mitad del siglo XX que hará de la producción del Yo un territorio de experimentación artística y personal: Claude Cahun, Elsa Freytang-Loringhoven, Meret Oppenheim, Maruja Mallo o Nahui Olin son algunas de las creadoras que, como Frida, optarán por convertir la configuración de su propia imagen en parte de un proyecto total a caballo entre el arte y la vida” (8).

Es precisamente Mayayo quien, en alusión a la producción pictórica de Kahlo sobre sus numerosos autorretratos, emplea el término relato para describir los contenidos de los mismos: “resulta difícil seguir manteniendo la tesis psicobiográfica al uso; es decir, considerar los autorretratos como un mero diario visual en el que se reflejan los avatares vitales de la artista. La pintura de Kahlo, articula sin duda alguna, un relato autobiográfico, pero se trata de un relato –y este es un matiz importantísimo que no ha sido suficientemente destacado-, que muestra el constituirse de la autora como ficción. Lejos de agotarse en la autoexpresión, los autorretratos de Frida van más allá, remiten a la misma construcción narrativa del sujeto” (9).La obra Retrato dedicado a León Trosky (1937), con quien mantuvo un breve romance entre enero y julio de ese año, revela no sólo la puesta en marcha de las armas de seducción, sino un ritual de seducción que se desarrolla en un entorno marcadamente teatral. Su cuerpo, en el centro, está intencionadamente flanqueado por cortinas, y el autorretrato puede interpretarse como parte de un continuum estético vital orientado a la puesta en escena de una identidad con tintes legendarios, en el que se van dibujando poco a poco, los contornos del mito” (10).

Gracias a tales testimonios e interpretaciones puede desprenderse que fue Frida, como personaje autocreado en el transcurrir de su propia vida, quien se configuró como la última e única responsable de la forja de una biografía provocadora, aderezada con tintes trágico-vitales, salpicada de constantes saltos entre las fronteras impuestas por los prejuicios sociales y lo políticamente correcto, y orientada a desvelar y a defender a través de su obra pictórica, los gustos y las corrientes estéticas que la inspiraron. Pero, precisamente sus autorretratos desvelan la presencia de un nuevo elemento alejado de lo estrictamente real, la ficción, que le permitieron extender al sujeto más allá de sí mismo, para convertirlo en personaje y sumergirlo en el ámbito de vivencias imaginadas, soñadas y anheladas. El relato detallado creado sobre sí misma y para sí misma: de sus distintos rostros emocionados con miradas desafiantes y de sus bustos hieráticos acompañados de un seleccionado atrezzo -compuesto por objetos, paisajes o mascotas-, la conformarían como artista única en el devenir del tiempo histórico, creciendo en fama vertiginosamente a partir de su muerte, a mediados de los años 50.

El mito, irá engullendo a la mujer, a la activista política…, y si en la década de los 60 se organizan distintas exposiciones retrospectivas de su obra pictórica en las que ya se reconoce su distintiva unicidad artística, en los 70 surgen los primeros análisis de su obra a través de discursos feministas, con el fin de reubicar su particular pintura en la historia del arte. La sed de conocimiento de los resquicios de su vida y de las fuentes de inspiración de sus pinturas marcarán en los años 80 el inicio de la publicación de las primeras biografías –como la de la investigadora norteamericana Hayden Herrera, o la escritora y periodista mexicana Rauda Jamis, entre otras-, y la década de los 90 la catapultará hacia el estrellato del personaje autocreado produciéndose una ingente literatura académica.  Por último, en la primera década del siglo XXI, y ya como icono globalizado –con el Museo de la Casa Azul abierto al público y visitado por miles de personas al año, además de la Fundación creada por sus familiares y herederos-, la figura de Frida Kahlo seguirá creciendo y comenzará a protagonizar textos teatrales, performances, documentales, una ópera, e incluso, campañas publicitarias: en el año  2007, y coincidiendo con el primer centenario de su nacimiento, una renovada marca Converse, y como homenaje a la artista, lanzó al mercado un producto limitado: la colección “Frida”. Bajo el lema “con Converse, el arte puede correr”, su clásico modelo de bota Chuck Taylor se vio convertida en lienzo al decorarla con fragmentos y retratos originales firmados por Kahlo.

 
     
  Nubes en el cielo. Ficción = transgresión  
     
 

En 2004, el artista Treck Thunder Kelly, nacido en Alburquerque (Nuevo México) aunque residente en California, tituló la obra señalada en el texto como F1, Suicidio de Frida Kahlo. El título, alude a una de las obras pintadas por Kahlo en 1938 durante su estancia en New York: El suicidio de Dorothy Hale, de ahí que Thunder Kelly quisiera, quizás, presentar a una Frida solitaria ante el mundo, ensimismada en la búsqueda de una identidad única y distintiva, con un fondo de cielo abierto y luminoso, aunque cuajado de nubes blancas –¿dudas, miedos?, y un horizonte vacío, de tierra yerma, como otros tantos paisajes propios de la obra pictórica de Kahlo -¿quizás tierras mexicanas doradas por el sol, amadas por los mexicanos, pero sin futuro para ellos?

Las distintas lecturas que pueden hacerse del cuadro, obedecen a la propia ambigüedad iconográfica de los cuadros de Frida,  y en este sentido, y como artista polifacético y fundador de una compañía de publicidad especializada, Kelly emplea conceptos del marketing corporativo en la creación de obras que evolucionan desde el Arte Pop y en las que confluyen mundos imaginados y tangibles sobre la cultura del incesante consumo. Analiza así, la relación amor/odio que tenemos respecto al mercantilismo, la sed voraz de “lo real”, y los límites de lo que es arte y lo que puede ser, buscando la sorpresa en el espectador y su reflexión personal en torno al tema planteado en cada una de sus obras (11).

Su particular relato pictórico sobre Frida Kahlo provoca, por tanto, una profunda reflexión sobre el espectador conocedor de la vida y obra de la artista, convertida en la actualidad en un icono globalizado que arrastra lastimosamente una leyenda forjada en torno al mito. En la actualidad, Frida Kahlo, en sus distintas e innumerables facetas de mujer, pintora, activista política, cocinera, esposa o hermana, emerge en múltiples contextos; se multiplican y diversifican los discursos biográficos junto a los relatos de ficción, ya que en esta primera década del siglo XXI, y de forma más acentuada, si cabe, desde el año 2007, año en el que se cumplió el centenario de su nacimiento, la Fridomanía sigue engrandeciendo a Kahlo. Se insiste, por tanto, en continuar mitificando al mito, o en recrear a partir de él, un nuevo personaje que protagoniza obras de ficción y que nos conduce a la reflexión sobre el individuo en sí mismo: sus vacilaciones y decisiones en el espacio de lo íntimo y personal, o sus comportamientos y actuaciones en el ámbito de lo social y lo público.

Los autorretratos pintados por Frida, han dado paso a nuevos autorretratos pictóricos, fílmicos, teatrales, literarios, poéticos… en los que priman la recreación y la reinterpretación de la propia figura y vida de Kahlo. Frida, utilizada como fuente de inspiración, reinventada y encorsetada en nuevas corrientes artísticas y estéticas, les sirve a nuevos autores tanto para canalizar su creatividad, como para lanzar uno de los mensajes más identificados con la artista mexicana: la transgresión. Ya sean referidos a ideas, ya sirvan para provocar reacciones en el lector ante estereotipos sociales presentes en nuestra sociedad actual, ya sean para dar rienda suelta a la libertad del individuo en su máxima expresión… Transgredir significa quebrantar, vulnerar, cometer una infracción… pero ese puro acto implica al mismo tiempo para el sujeto creador de nuevas realidades la capacidad de elección y de decisión, y la libertad para llevar a cabo lo propuesto.

Pero, ¿son todos ellos discursos y relatos irreconciliables?, o ¿necesariamente complementarios para desvelar la unicidad histórica de Frida Kahlo? Su figura irremisiblemente irrepetible, dotada de genialidad para muchos y odiada por otros tantos, junto con su carisma, sus excentricidades cotidianas, así como con su obra pictórica y su biografía -cuajada de dolor físico y psicológico-, alcanzan en la actualidad el ámbito literario, el teatral, el cinematográfico y el audiovisual, es decir, llega a todos los resquicios de las grandes industrias culturales, además de las pasarelas de moda y espacios concretos de la publicidad y el marketing. De ahí, que confluyan en el tiempo y el espacio las exacerbadas críticas de distintos autores en contra de la progresiva mercantilización a la que se ha visto sometida la figura de Kahlo desde su muerte en 1954, y los discursos y relatos que retoman a Frida como modelo ejemplar a seguir, o como nuevo ídolo al que adorar y dedicar nuestros rezos. La admiración llevada al límite puede ejemplificarse con la religión kaholista, un nuevo credo promovido a través de una página web de la que es autora una joven actriz norteamericana de New York, Kimberly Masters. Ella, promueve desde internet que se idolatre a Frida Kahlo como única Diosa verdadera, levantando pequeños altares en las casas de los miles de seguidores que se diseminan por todo el planeta.

Aunque el universo de Kahlo alcanzó una gran visibilidad y repercusión mundial a raíz de la exhibición en las carteleras cinematográficas de Estados Unidos del biopic o película biográfica protagonizada por Salma Hayek en 2002 y dirigida por Julie Taymor –que conseguiría distintos premios, al margen de distintas críticas cinematográficas negativas-, en los últimos años y superando el colorismo  de Taymor -que basó la trama en la suma retazos de la vida de la artista destacados en las numerosas biografías publicadas, como la de H. Herrera, y que insistió por tanto en la tesis psicobiográfica, descartada por Mayayo-, han surgido otros formatos y otras voces canalizadas a través de las nuevas tecnologías.

Según recoge el blog titulado Ola Mujer. Un blog dedicado para ellas -como uno de los innumerables ejemplos creados en la blogosfera-, el pasado mes de marzo la ex-top model internacional Claudia Shiffer posó ataviada como Frida Kahlo para la edición de un reportaje publicado en la revista Vogue Germany. Los diseños que luce, de las colecciones de Primavera 2010 presentadas por firmas como Chanel, Rochas, Chloé, Fendi, Bottega o Veneta, remiten al universo estético y al eclecticismo del vestuario de la artista mexicana, convertida por tanto en mito intemporal, en excusa e inspiración estética para el lanzamiento de nuevos productos de consumo masivo de la industria de la moda, y en poderoso icono que permite la constante manifestación de homenajes.

Al hilo de estos ejemplos, es posible lanzar una nueva reflexión, que desarrollo a continuación. Frente a la constante publicación de papers y literatura académica, se advierte una progresiva emergencia y visibilidad de contenidos on-line creados por prosumidores y consumidores de nuevas tecnologías, en forma de páginas web, blogs, o cuentas abiertas en distintas redes sociales. La figura de Frida Kahlo es asumida por estos admiradores y jóvenes  creadores de contenidos como icono de la cultura popular universal, y sus aportaciones se suman a las voces más expertas, cuya credibilidad se basa en la aportación de documentos originales y el análisis del género epistolar –la vía de comunicación fundamental que Frida estableció con familiares, amigos y amantes-. El lenguaje de Kahlo, repleto y rico en expresiones mexicanas, junto con los sentimientos volcados a través de ellas, inspiran igualmente tanto a los que acaban de descubrir el inmenso universo de Frida, como a los cientos de investigadores empapados de bibliografía que escudriñan sus contenidos para desvelar más detalles sobre la biografía y la obra pictórica de la artista mexicana.

No obstante, y para dimensionar más aún la figura de Kahlo, ha surgido una nueva literatura en la que es posible distinguir varios géneros literarios. Por un lado, el relato de ficción, presentado en distintos formatos: novelas, relatos cortos y microrrelatos, y por otro, la literatura infantil. De las novelas recientemente publicadas pueden citarse Tú eres azul cobalto, del autor canario Pablo Martín Carbajal, y Mi hermana Frida, de la escritora mexicana Bárbara Mújica. El primer texto, es una novela primera pero no primeriza, de lenguaje premeditadamente sencillo, que acierta de lleno en la recreación de Frida Kahlo a través de Dori, una mujer actual –que huye de su rutinaria vida para entrar en una relación donde aparece el maltrato físico y psicológico- y que realiza continuas regresiones al mundo de Kahlo. De esta forma Dori se erige como la protagonista y Frida es su argumento” (12). En el segundo texto, la autora se sirve de Cristina, la hermana de Frida Kahlo, para crear un relato dramático y surrealista: “no es sólo una biografía sino que habla de sentimientos, rivalidades, arte, y sobre todo, de la historia mexicana”. Su intención, desmitificar al mito y mostrar al mundo, a la verdadera Frida: considerada fuera de México como una santa, y que en realidad no lo fue(13).

Entre la literatura infantil, puede citarse el cuento ilustrado Frida, de Jonah Winter y la obra, Descubriendo el mágico mundo de Frida. Cómo se inició Frida en la pintura durante su infancia, o cómo se desarrolló su vida en la ciudad de Coyoacán, lugar donde nació y murió, son algunos de los datos que pueden descubrir los más pequeños gracias a ilustraciones y textos sencillos (14). Sin embargo, y como ejemplo de otra de las numerosas iniciativas que sugiere el universo de Frida Kahlo y que revierte principalmente en las nuevas generaciones, destaca la iniciativa de la administración pública, en concreto, de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid. El Concurso de Relato Breve y el Concurso de Pintura, que han cumplido su décimo tercera edición y está dirigido a adolescentes, sirve de vehículo para difundir los valores, la vida y la obra de Kahlo, entendida como ejemplo de superación personal.

Espero alegre la salida y espero no volver jamás, es la frase con la que Kahlo cerró su Diario en 1954, año de su muerte. Sin embargo, lejos de su deseo, y lejos de agotarse, Frida Kahlo, se mantiene y se vigoriza con el paso del tiempo. Empapa a nuevas generaciones y protagoniza nuevos géneros y formatos; aunque desborda, no se derrama, y permanece íntegra, dueña de sí misma. Suspendida entre las nubes, serpentea en las conciencias de quienes pretenden descubrirla, y lanza su particular reto: un desafío único a través de su mirada locamente desafiante.

 
     
  NOTAS  
     
 

1. Frida Kahlo. Ahí les dejo mi retrato (2005). (Edts.) Móix, A.M., Tibol, R., y Randon House Mondadori, S. A, Barcelona.

2. FERRER, E. (2005): Lola Álvarez Bravo. Editora, Nancy Grubb. Aperture Foundation, New York.

3. MAYAYO, P. (2008): Frida Kahlo. Contra el mito, Ediciones Cátedra, Madrid, 67.

4. HERRERA, H. (2007): Frida: Una biografía de Frida Kahlo. Editorial Planeta S.A., Barcelona, 225-226.

5. Mayayo, op.cit., 208.

6. TUROK, M. (2007): El ropero de Frida. Zweig Editoras. S.A. Estado de México, 52.

7. Mayayo, op.cit., 197.

8. Mayayo, op. cit., 197.

9. Mayayo, op.cit., 194.

10. Mayayo, op.cit., 197.

11. Página web del artista Treck Thunder Kelly, www.treckkelly.com/art/paintings.

12. MARTÍN CARBAJAL, P. (2006): Tú eres azul cobalto. Ediciones Idea, Santa Cruz de Tenerife.

13. MÚGICA, B. (2001): Mi hermana Frida, Plaza y Janés.

14. WINTER, J. (2003): Frida, Editorial Alfaguara.

 
     
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