Trama y Fondo
VI Congreso Internacional de Analisis Textual

 

El encanto del Muan: Una aproximación al relato oral tradicional Colombiano

     
 

Donald freddy Calderón Noguera

 
     
  Oralidad tradicional: cuestión de fé.  
     
 

Se considera como relato oral tradicional la actualización verbal de textos emitidos por narradores pertenecientes a comunidades específicas,  cuyo interés es revelar las formas culturales de las relaciones hombre – conocimiento – mundo. El relato oral tradicional es expresión de narradores inmersos en la colectividad, quienes mediante el lenguaje sostienen las formas básicas de la vida comunitaria. Para ello el narrador oral tradicional se sirve de la palabra con la que evoca – invoca, mediante la memoria, los acontecimientos y creencias que definen la coexistencia. Es apalabramiento del mundo.

En el relato oral tradicional, lo lúdico y la reflexión filosófica sobre la existencia, esferas básicas de lo humano, en ningún momento se separan y siempre remiten a la definición del ser en tanto tal. El relato oral tradicional está por lo tanto, alejado de lo que se denomina hoy cuento popular: narraciones orales, oficio de cuenteros, que remitiéndose al relato oral tradicional lo convierten en espectáculo y lo inscriben en el universo de la ficcionalidad. Los relatos orales no son narraciones creadas por un individuo o colectivo cuyas relaciones lenguaje – hombre – mundo se separan, dándole paso a una instancia estética literaria en la que la oralidad tradicional pierde la concepción de verdad que la identifica, para hacerse verosímil, posible, en definitiva incierta.

Del relato oral tradicional, los juglares han retomado las estrategias del contar para llevarlas a la escritura, tal como sucede con un gran corpus  de la narrativa literaria hispanoamericana. Desde esta perspectiva, la oralidad tradicional se ha utilizado como material para las formas orales y escritas  elaboradas reduciendo la oralidad tradicional a simple información de base, sin percatarse que ella es más que un cuento, es una forma de ser expresada mediante una estética especial íntimamente relacionada con el ser y el estar en el mundo.

 
     
  Vocación, Invocación – Evocación.  
     
 

Ya definido el relato oral tradicional, es necesario adentrarse en su dinámica:

Vocación 

¿Quién es el narrador oral tradicional?. En muchas culturas nativas americanas, el narrador oral está asociado con el chamán, el brujo, mama o payé, esto se debe al carácter mágico de la palabra. Palabra mediante la cual, según Mircea Eliade (1985), “El mundo “habla” al hombre y, para entender ese lenguaje basta conocer los mitos y descifrar los símbolos.”

Al hablar el mundo se requiere de un interlocutor que atienda sus voces, función que  cumple el narrador oral encargándose de establecer la comunicación con los antepasados, predecir el futuro o curar las enfermedades con la palabra hecha conjuro.  Esta sabiduría no se logra por generación espontánea; para lograr el poder de la palabra el futuro payé  sigue un riguroso proceso de formación guiado por un anciano que lo somete a pruebas hasta hacerse un iniciado elegido que guardará y empleará la sabiduría de los antepasados y la empleará en beneficio de su comunidad.

Lo anteriormente planteado sucede en las culturas nativas o básicas, pero, ¿quién es narrador oral tradicional en nuestras sociedades con pluralidad étnica, religiosa y cultural?

La respuesta puede ser buscada en  comunidades particulares, en grupos sociales que mantienen todavía su cohesión basada en  valores que los identifica y diferencia de otros, en colectivos humanos donde la etnia, la creencia religiosa y los comportamientos culturales: economía, gobierno, educación, uso del tiempo libre, etc., se convierten en experiencias para contar con el ánimo de dejar en la memoria de los hombres por venir la huella  de los fundadores, de los pioneros, de los que habitaron en el tiempo original con una visión de mundo considerada valiosa y necesaria para el bienestar social.

En la sociedad moderna el narrador oral tradicional  no es elegido por el colectivo, él mismo es quien escoge su destino y quien inicia el diálogo con el mundo donde habita, es un investigador que se sirve del conocimiento empírico, observando con detenimiento, escuchando la naturaleza y preservando la voz de sus antepasados, adquiriendo capacidad de impartir la enseñanza  acumulada en años de experiencia. Generalmente el narrador oral tradicional ha desarrollado siempre el mismo oficio y es su heredero, esta relación con el entorno le permite hacerse sabio, en el buen sentido de la palabra, forjado en la rutina y la reflexión sobre su quehacer. Este carácter, le lleva a decir porque sabe y le da crédito a lo que dice.

Fuera de las comunidades indígenas  no existe el oficio exclusivo de narrador oral tradicional, pero, la experiencia de esta investigación  demuestra que  cada hombre lleva dentro de sí un narrador, todo ser humano tiene algo que contar y a través de su decir configura el mundo.

Invocación – Evocación

El relato oral tradicional evoca – invoca, esto quiere decir que cuando el narrador cuenta no solamente trae a la memoria los acontecimientos de los que quiere dar razón, sino que lo narrado entra a formar parte de la vigencia espacio temporal en la que el narrador se encuentra.

El carácter evocativo - invocativo de la oralidad se manifiesta especialmente en los relatos que buscan utilizar la palabra con fines transformadores. Es así como cábalas y conjuros se convierten en mecanismos para potenciar fuerzas de origen generalmente divino. Los rezos a las gusaneras del ganado en los llanos orientales colombianos  son una forma ejemplar de este poder invocativo de la palabra. Igual sucede con las formas rituales de las diferentes religiones en las  que con la palabra se busca protección de la divinidad, tal como sucede con  el padrenuestro de la tradición cristiana.

En la conciencia mítica, la invocación es una forma de destruir el tiempo cronológico y hacer inmortales a los dioses o protectores, esta es  la virtud más grande de la palabra,  por eso los juegos de palabras hechos acertijos, conjuros, son el mayor tesoro del narrador oral. Tal como lo plantea Eliade (1985) “Conocer los mitos es aprender el secreto del origen de las cosas. En otros términos: se aprende no sólo cómo las cosas han llegado a la existencia sino también dónde encontrarlas y cómo hacerlas reaparecer cuando desaparecen.”

 
     
  Voz sin Tiempo  
     
 

Otra de las principales características de la conciencia mítica es la posibilidad de sobreponerse al tiempo cronológico tal como lo miden los hombres. Mediante la palabra, el narrador oral se traslada a manera de trance a la instancia de tiempo en el que se encuentran los acontecimientos y seres que relata. La mayoría de sus historias, que tienen que ver con el hombre y el cosmos, suponen la vida actual como producto de acontecimientos anteriores que la determinan.  Por eso el tiempo es una marca fundamental en la narración oral tradicional donde las acciones siempre suceden en un periodo de tiempo preestablecido: a la media noche, en “la mala hora”, al alba, a medio día, al oscurecer, en semana santa, etc. En estos momentos es cuando el  tiempo cumple su ciclo y se renueva convirtiéndose en tiempos propicios para que  surjan  apariciones de espíritus, opciones o aparatos. La renovación del tiempo se hace manifiesta en la oralidad como el momento en que los hombres pueden reencontrarse con lo sobrenatural, y al ser cíclico, permite que el acceso sea reiterado, repetible. Así sucede con los relatos sobre guacas, en los que en cada semana santa, es posible hallar las que están conjuradas. Eliade (1985), comenta: “Se podría decir que al «vivir» los mitos, se sale del tiempo profano, cronológico y se desemboca en un tiempo cualitativamente diferente, un tiempo «sagrado» a la vez primordial e indefinidamente recuperable.” 

Cuando el narrador invoca el tiempo sagrado entra también a pertenecer a él, lo importante entonces para el narrador es encontrar las claves para penetrar en esa dimensión divina en la que el conocimiento no es simplemente contemplativo, sino que tiene la función social de trasladar esos poderes a la dimensión espacio  tierra para  beneficiar a los hombres.

Es una constante del relato oral hacer notar que los tiempos pasados fueron mejores, que el tiempo y los acontecimientos actuales no duran y que están en progresivo proceso de degradación, por lo tanto, el relato oral tradicional busca revivir el tiempo original, siguiendo con Eliade: “Revivir aquel tiempo, reintegrarlo lo más a menudo posible, asistir de nuevo al espectáculo de las obras divinas, reencontrar los seres sobrenaturales y volver a aprender su lección creadora”. 

Aunque en la enunciación del relato oral tradicional, el tiempo determinante es el pretérito imperfecto, lo que podría llevar a confusiones con respecto al tiempo mítico, cabe anotar que esta ambigüedad temporal se debe a que la palabra está creada para el tiempo profano y que el relato oral tradicional participa de ciertas estructuras que son identificables sólo en las correspondencias con lo sagrado que han de ser escuchadas a partir de su simbología. La escucha simbólica permite encontrar las formas con las que el relato mítico actualiza el tiempo original y lo proyecta inclusive a la predicción del futuro.

 
     
  Ubicuidad, Veracidad  
     
 

El ser ubicuo es otra característica del pensamiento mítico que se manifiesta en la oralidad. El espacio y el tiempo son dimensiones que se corresponden. Cuando se habla de tiempo original también se está planteando la existencia de un espacio establecido mediante coordenadas diferentes a las que manejamos en la cultura de occidente. Esto permite que lo sobrenatural esté en todas partes a la vez y se encuentre en un “encanto” o sitio especial al que los hombres no pueden acceder.

Mediante la posibilidad de ubicuidad los personajes y acciones que se representan en el relato, entran a pertenecer al universo de lo sobrenatural. Los personajes establecidos como héroes que redimen a los hombres, o las “opciones” desterradas de un estado divino original, pueden trasladarse de un lugar a otro para favorecer o entorpecer las labores humanas.

“...uno tiene creencia que si hay Muan porque uno lo ha visto...”

El relato oral tradicional, comprendido este, y de acuerdo con  Luis Cencillo (1970), como: “el conjunto de cosas naturales o, a lo sumo, de asuntos de urgencias económicas, sino la totalidad de los horizontes y de los contextos referenciales que rodean y condicionan el existir humano”.

No es el relato oral tradicional un cuento ficcional; cuando el narrador refiere su imaginario está convencido que lo tratado es cierto, no está dentro de su interés ficcionar ya que él ha participado en las acciones y ha sido interpelado por ellas. La verdad que sostiene el relato oral tradicional se basa en la reiteración de los sucesos en diferentes situaciones, y en personas que han participado o acompañado al narrador, y quienes según él sirven de testigos. Sin embargo, la veracidad tiene una fuerte carga subjetiva cuando el relato se escucha por individuos que no se identifican con la cultura que lo genera. Incluso dentro del mismo grupo, el aporte individual que el narrador le asigna al relato, imprime en él un valor de fantasía donde la verosimilitud se hace relativa. En definitiva, el problema de la veracidad del relato oral tradicional es un problema del escucha interpretante en el que sus juicios de valor, su actitud y la posibilidad de adentrarse en el imaginario simbólico de la oralidad, le determinan o facultan para encontrar en la oralidad otro criterio de verdad que puede ir más allá de la veridicción sostenida en lo posible, realizable.

Hasta aquí el relato conceptual, escuchemos  ahora cómo es el imaginario del Encanto del Muan:

El Encanto del Muan

“-Y donde vive.

“¿Quien El Poira?. El Poira tiene asegún la historia tiene un encanto puallá en los peñones, tiene cama allá, donde él existe allá no va el agua es como él vive en el agua pero, onde va él no hay agua.

A lo que ha habido indios que se le han ido y se le han puesto al tope, esos indios de por aquí al lado poaquí al lado de Natagaima, indios y le han encontrao la cavidad.

El Poira tiene cama en lo seco por los peñones, encanto seco, túnel en todo caso, en lo seco por ahí no viene el agua en lo seco.
-¿Se lleva las muchachas para allá?
- Si eso dicen que se las lleva.

El fragmento anterior, extraído de  sesenta y  tres relatos que conforman el corpus   del estudio Travesía en el  relato oral del río Magdalena, del que este artículo  es producto,  nos sirve como puerta de entrada a ese sitio de ubicación incierta y misteriosa llamada El Encanto.

Estamos ante la presencia de   la  escucha comprensiva de los relatos  de la tradición oral colombiana que se cuentan en el espacio geográfico colombiano denominado Alto Magdalena; región habitada por hombres y mujeres asentadas a lo largo del valle del río del mismo nombre en una extensión de 500 kilómetros  aproximadamente;  gentes de origen prehispánico que se dedican  fundamentalmente a la pesca artesanal pero también a  la agricultura y a la ganadería. Se trata de escuchar el raudal de la conciencia expresada en el relato oral tradicional, entendido este como la actualización verbal de discursos emitidos por narradores pertenecientes a comunidades específicas cuyo interés es revelar las formas culturales de las relaciones hombre – conocimiento – mundo. El relato oral tradicional es expresión de narradores inmersos en la colectividad, quienes mediante el lenguaje sostienen las formas básicas de la vida comunitaria. Para ello el narrador oral tradicional se sirve de la palabra con la que evoca – invoca, mediante la memoria, los acontecimientos y creencias que definen la coexistencia mediante el apalabramiento del mundo.

El relato oral objeto de estudio,  trata temas de indios, espantos o aparatos, brujas y demonios castigadores y específicamente, de seres sobrenaturales tales como el Muan o Mohan, también conocido como el Poira, de quien nos referiremos puntualmente, dada su presencia en la mayoría de los relatos.  El Muan, es el sacerdote indígena: Mamo, Chamán o Payé que fue desplazado por el poder católico  traído a América en la época de la conquista. Es el representante de  dioses caídos y relegado a una dimensión  espacio temporal misteriosa llamada El Encanto.

El Encanto  tiene su umbral en el agua, en este caso específico en el corriental del río, existe después del umbral, debajo del agua pero en un lugar donde el agua no llega. Allí, el Muan lleva las cosas que le dejan los pescadores para que les beneficie la pesca, tabaco, sal, por ejemplo; y  también se lleva,  en una especie a pago  juego travieso, a las mujeres “bonitas y volantonas” que lavan la ropa en el río.

¿Qué hay en el encanto;  cómo se llega a él; cómo rescatar los tesoros y las mujeres que el Muan esconde; por qué cuando las mujeres salen del encanto se comportan de manera animalesca; será que han perdido el alma y el espíritu; han cambiado de naturaleza; cuáles son las razones y poderes del rito pagano-cristiano para devolver a la normalidad a las mujeres raptadas por el Muan; por qué cada vez aparece menos; cuál es su origen…? Estas y otras preguntas rondan en la cabeza de los pescadores y constituyen el tema de los relatos que acompañan su trabajo diario. Una explicación dada por los pescadores, acerca de su origen es:

“Pues yo creo que eso lo dejó fue mi Dios de pronto, si, pues es que eso dicen que fue, bueno, yo no sé es una historia que yo no me la sé bien, pero dicen que eso lo dejó, fue cuando mi Dios hizo el mundo; que cuando hizo el mundo, el que llaman el diablo hizo un poco de muñecos, hizo un poco de culebras de barro, dicen así, no, usted sabe que, no, un día alacranes, hizo caimanes, hizo muanes, muanas, hizo rayas, esas que llamamos rayas que nos joden a nosotros, hizo too. Entonces cuando llegó esa vaina entoes la gente que entoes disgustó con Dios y dijo:

Bueno, lo que va a pasar es que lo que usted hizo será maldecido para siempre, no, si usté se va con todos sus asecuaces a los profundos infiernos.

Entoes así fue que quedó culebras, caimanes, dice de toda clase de animales bravos que lo joden a uno. Porque una culebra usté la pisó y se lo se murió eso asi seguro.”

Este fragmento de relato mítico cosmogónico, que centra la visión del narrador oral del Alto Magdalena, permite adentrarnos en la interpretación simbólica  en la que desde la enunciación,  se puede reconocer el universo del relato en tres  ámbitos:

TIERRA      AGUA       AIRE

Estos elementos se conforman como instancias en las que participan orígenes, seres, espacios y dimensiones, de la siguiente manera:

 
     
 

El origen

El ser

El espacio

La dimensión

Lo divino

 Dios

Aire

Cielo

Lo humano

El Poira

Tierra

Rivera del río

Lo profano

Muan

Agua

Encanto

 
     
 

Desde la perspectiva del origen, lo divino está definido por el narrador oral tradicional desde  tres esferas determinadas por la procedencia de los seres que dinamizan el relato, es decir que, los seres o actores son de origen divino, humano y profano, siendo el Dios  cristiano el ser divino, el Poira, mamo o chaman la divinidad humana, y el Muan, la divinidad que desde la cristianización de América es reducida al universo de lo profano, compartiendo características siniestras.  Estos seres, en su orden tienen potestad en los territorios o espacios, así: Dios con su poder en el aire, El Poira en la tierra, y el Muan en el agua. En esos espacios el trascurrir de las divinidades ocurre en las dimensiones Dios- cielo, Poira-  ribera del río, Muan- encanto.

En este sistema,  el agua participa de los tres universos planteados. El agua es el elemento de la vida, de ella depende el oficio  de los hombres y es la forma simbólica que permite, mediante el bautizo, pertenecer al universo de lo sagrado cristiano.   El agua es también la “portada” de entrada o salida al encanto donde se encuentran las opciones o  del río.

El elemento agua se establece en la cosmología del narrador como el umbral de acceso a los tres planos del universo. En este mundo existen seres capaces de zambullirse o hacer zambullir a los hombres para alcanzar, en ascenso, el estadio sagrado cristiano y, en descenso, el mundo profano.  La posibilidad de ascenso la rige el sacerdote cristiano, quien bautiza con agua a los hombres y regresa al estado humano a los encantados.  El viaje a lo profano se logra mediante el rapto, generalmente de mujeres que realiza  el Muan, o con el desplazamiento de los sacerdotes profanos  o poiras, quienes conocen el camino y las formas de entrar al encanto.

Es importante reconocer que las técnicas utilizadas por los sacerdotes cristianos y profanos interactúan cuando trabajan en beneficio de los hombres, para esto, el sacerdote cristiano se sirve de suertes profanas: la cuerda,  la atarraya, los plomos en la atarraya, el chicote de tabaco, y el profano requiere de la presencia del cristiano para hacer efectivas sus hazañas de rescate.

Escuchemos a continuación el rumor del habla en los relatos para comprender cómo es su enunciación:

Alistando el viaje

La enunciación es el camino de entrada a la oralidad, a este respecto, la crítica y la teoría tradicional que acceden a los textos escritos, han planteado la existencia de una dicotomía entre: Enunciación del autor y Enunciación del narrador. La primera se establece como las locuciones, ilocuciones y perlocuciones (recepciones) que emite y espera el autor real del relato; la segunda, las que le asigna el autor a la voz que narra. Esta dicotomía se destruye en la oralidad tradicional, el narrador oral es voz y cuerpo creador, esto significa que en el relato, autor y narrador se funden debido a la presencialidad de la palabra en el hombre que le emite y recepciona.   Cuando se habla de enunciación en la oralidad se está tratando también el imaginario del ser que cuenta y se hace voz para decir.

Para “zarpar” en este recorrido por la oralidad del río, inicialmente  escucharemos  el decir a partir de las formas pronominales, teniendo en cuenta que la voz que narra, enuncia desde personas manifiestas a manera de pronombres, los que su vez remiten a instancias de tiempo.  Desde esta perspectiva, analizaremos la dinámica de las formas de la enunciación para establecer los tipos de comportamientos: yo-yo, yo-nosotros, nosotros-nosotros. Las relaciones con el enunciado: (yo, nosotros) con (él, ella, ellos, ellas). Siempre con la claridad  de que las formas de la enunciación permiten escuchar las intencionalidades  del narrador.

 
     
  Los remos: gramática pragmática  
     
 

Las formas pronominales manifiestan las relaciones que el narrador establece  con lo narrado. Así los relatos en los que se presentan formas pronominales yo-yo,  nosotros-nosotros y sus combinaciones, evidencian la participación del narrador en las  acciones o el padecimiento de las mismas.

En el relato oral tradicional del Alto Magdalena la funcionalidad del texto se centra en la enunciación, de esta manera  sus marcas pronominales más reiterativas son las formas:   yo-yo, yo-nosotros, nosotros-nosotros, nosotros-yo.

Relatos como “El Muancito”, evidencian la íntima relación que tiene el narrador con los acontecimientos narrados. El narrador goza de los privilegios de tener su cultivo en el sitio donde la Muana pasea a su hijo. Los indicios que el relato presenta, entre ellos las huellas del niño que son encontradas continuamente, prefiguran al personaje  Muan como donador que beneficia al narrador. En este relato el narrador, con su enunciación  yo-yo, afirma la veridicción y aleja el relato de lo que se considera como narración ficcional.

En el relato oral del Alto Magdalena la participación individual del narrador, se establece como una forma de acercamiento a lo sobrenatural y demuestra el interés de hacer del narrador un héroe solitario, capaz de enfrentarse al medio y a los espíritus. De tal manera  sucede en los relatos “La Laguna del Diajo” donde el narrador es baquiano, en  “El espinazo del Muan” que tiene características heroicas de contienda aún cuando el narrador sea derrotado; o en relatos como “El Muan diablo de la muralla” y “El pisco gigante” en los que el narrador se encuentra con lo sobrenatural, es puesto a prueba y donado con el alivio de sus dolencias.

Los relatos que manejan la forma pronominal yo-yo, requieren del narrador un manejo de las estructuras discursivas bastante redundantes ya que la voz yo-yo al estar sola en la deixis centra sobre sí todas las relaciones con el enunciado. En el relato “Las viudas”, escuchamos la plurifuncionalidad de la enunciación mediante las siguientes marcas:

     a.“ Yo fui como a las tres de la tarde...”
     b.“ yo pasé por Trapichito...”
     c.“ yo andaba ...” (sin luz)
     d.“ yo me faltaba por llegar...”
     e.“ yo vi así como la luz...”
     f.“ yo por no cogerlas llegué y mandé la cabrilla tantico”
     g.“ yo esas viejas me puso el pelo de punta”
     h.“ yo no supe aquioras llegué a Neiva”
     i.“ yo decia pero por qué?”
     j.“ yo con un amigo le comentaba el cuento”

En esta forma del relato oral, el pronombre personal yo, se asocia al desarrollo de las acciones  como determinante de tiempo y espacio, líneas: (a, b, d), modelante adverbial de modo (c), héroe (f), personaje derrotado (d); y finalmente, comunicador de su aventura (j).

Para afirmar la veridicción, en los relatos orales donde predomina la forma pronominal yo, el narrador acude a una tercera persona que es referida en el texto, tal como se puede evidenciar en el siguiente ejemplo tomado del relato “El espíritu del pescador”:

“…Y: estaba yo ya como a las doce de la noche más o menos pescando ya para la casa, porque yo la primera pesca es pa comer y ya la segunda era para llevar. Y: me fui para: hacer un tiro que hacía yo siempre pal pataló. Cuando fui a lanzar el chile oí que lo lanzaron al piecito de mi... y entonces me quedé poniendo cuidado no no hice el tiro... y al ratico otro chilazo... entonces me quedé parao ahí, me subí más para arriba allá arriba lancé yo y al ratico otro chilazo al pie de mi pero cerquita, entonces yo me quedaba pensando, ¿pero que será?.

Después hablando con Gallo Viejo otro pescador viejo me dice no sea bruto; fue que austé le salió El Pescador, dijo, eso le sale a uno ahí en Danzante sale mucho El Pescador aba:jo y a varios le ha salido.
Y ese era él pues posiblemente el pescador, pero yo no lo ví ni nada sino puro únicamente oía bien que lanzaba chile al pie de mi. Ya lo demás pues ya en otros sitios por allá”.

Las relaciones de enunciación yo-yo, se proyectan al colectivo nosotros -nosotros. Esta forma de ser  del relato oral del Alto Magdalena se debe básicamente al carácter colectivo del oficio de pescador, labor cultural de la que devengan su sustento y en la cual acontecen eventos caracterizados por el peligro. En los relatos orales creados alrededor de esta labor se enfrentan en  oposición hombres y opciones , donde los primeros en casi todos los casos resultan agredidos, sorprendidos por la irrupción de los segundos.

Si algo anormal le sucede al pescador, la aparición del Muan por ejemplo, y después lo cuenta, es probable que lo tilden de embustero o loco,  pero cuando son dos o más los que sostienen la veracidad de los acontecimientos, dicho suceso empieza a formar parte del acerbo cultural con alto grado de certidumbre. La anterior forma de ser de la cultura se hace manifiesta en el relato oral tradicional, donde la pronominalización nosotros-nosotros invita al escucha a creer en las historias contadas. Tal caso se evidencia en  relato “El Cucho”  donde se requiere la presencia de otro que acompaña al narrador para fortalecer la credibilidad de un comportamiento inusual en un pez de este tipo.

En este tipo de relatos, los personajes de la historia, entre ellos el narrador, tienen conciencia de pertenecer a un colectivo que los reafirma, ampara o sostiene su credibilidad. Es frecuente encontrar formas pronominales en las que la enunciación se traslade de yo-yo a yo-nosotros,  nosotros-yo. Cuando la enunciación funciona en la forma nosotros-yo, el narrador inicia sus acciones perteneciendo a un colectivo en el que todos los participantes comparten lo enunciado;  cuando sucede algún cambio en la situación: irrupción de un espíritu u otro suceso peligroso, la enunciación se repliega a la forma yo-yo para que el narrador adquiera carácter heroico. Así sucede en el relato “La Oyola” donde el narrador inicia la historia perteneciendo al grupo de expedicionarios que  comparten experiencias y alimento.  Pero cuando sucede lo inesperado:  indigestión por comer pescado poniendo en  peligro el bienestar del grupo, la enunciación se desplaza a la forma yo-yo en la que el narrador se hace protagonista y utiliza su conocimiento de la naturaleza para aliviar el mal que los aqueja. Situaciones similares se presentan en  los relatos “El Muan niño” y “El Esteral”.

Otra forma como se entrecruza la enunciación en primera persona, es yo-nosotros. En este tipo de relatos el narrador inicia siendo el protagonista de la narración y el colectivo en el que él mismo se incluye corrobora la veracidad de los hechos, situación que se evidencia en el relato “Las seductoras del Muan”, en el que en  la primera secuencia el narrador asegura su conocimiento del Muan y después proyecta dicho saber al colectivo, que este caso especial son  las vecinas que se bañan en el río.

Las formas de la enunciación anteriormente planteadas son las más reiterativas en el relato oral del Alto Magdalena. Estas manifestaciones del decir, establecen un comportamiento en la estructura de los relatos en la que individuos, acontecimientos y opciones, comparten el mismo plano espacio temporal.   La característica estructural lineal confirma el carácter mítico del relato oral tradicional, y lo emparenta con el relato maravilloso en el cual los seres sobrenaturales, opciones, advienen al mundo de los hombres.

Las estructuras funcionales de la enunciación: yo-yo, nosotros-nosotros, nosotros-yo,  yo-nosotros, son en el enunciado formas planas pero, su interpretación semántica-simbólica evidencia la existencia de diferentes estadios de significación y sentido. Esto se evidencia  en el relato “Mi tío Muan”; allí, cuando “mi tío Muan” entra y sale en el río está cruzando un umbral que une y separa  dos espacios: el del río como corriente de agua y su lecho que pueden ser percibidos por todos y el  encanto, al que solo tienen acceso los iniciados. Esta concepción  del mundo es aceptada individual y colectivamente.

Existen relatos en los que se producen  historias incluidas, como sucede en la serie narrada por Bernabé Paladines: “El espanto que mató a Joaquín”, “El carro malo”, “El silvador”, “El Muan” y “La Muana”, en los que se establecen funcionamientos de la enunciación donde la pronominalización interactúa inclusive con las formas él, ellos, ella, y ellas, señalativas del enunciado.

Al escuchar el  relato “El espanto que mato a Joaquín”, se evidencia como en él se establecen relaciones pronominales  yo-yo, procedimiento enunciativo de carácter analítico que tiene el interés de presentar los acontecimientos de manera minuciosa para asegurar la veridicción.

No interesa en este trabajo reconocer la eficacia de los procedimientos lineales sintéticos con respecto a las deixis analíticas incluidas; sin embargo, queda claro que las formas sintéticas, al ser más generales, utilizan imágenes abiertas que permiten interpretaciones más amplias, en tanto que las deixis analíticas condicionan más la interpretación, la orientan.

De acuerdo con el tratamiento que se ha hecho de la enunciación del relato oral tradicional del Alto Magdalena, es evidente que su intención como acto de habla, tiene el interés de convencer, de crear y recrear el mundo para ser contado y trasmitido como un hecho cierto. La forma ilocucionaria convencer, perteneciente a la enunciación no se aparta de la intención  de informar, ilocución del enunciado, pero sí predomina sobre ella.

 
     
  El canalete: La semántica del contexto situacional  
     
 

La interpretación de la gramática pragmática, ha lanzado al raudal las primeras formas de la enunciación. Ahora es necesario escuchar cómo la voz del narrador funda el contexto situacional, para ello se revisarán las relaciones de campo, modo y dirección de la enunciación, Halliday (1986). Esta escucha tiene el propósito de establecer las categorías significativas que sostienen el universo apalabrado.

El Campo.

Se entiende como campo el entorno, la relación cotexto-contexto que en la oralidad tradicional  se conjuga. El campo tiene que ver por lo tanto, con el tema o tópico que trata la enunciación y el entorno que la palabra funda.

Respecto al tema. El relato oral tradicional del Alto Magdalena trata asuntos pertenecientes al mundo natural, y sobrenatural. Estos universos se actualizan en relatos de indios y espíritus de origen también nativo o tradicional. Los relatos de indios tienen  que ver con el reconocimiento del origen del hombre ribereño y con la posibilidad de explotar el legado que a manera de tesoros o guacas, los antepasados han dejado ocultos en sitios encantados. Los relatos de espíritus tratan asuntos de apariciones inesperadas de seres no humanos que juegan, castigan o premian a quienes los interpelan o enfrentan.

En el oficio de la pesca es sobresaliente el tema del Muan, espíritu del río que entorpece el trabajo.  Los diferentes relatos del Muan con sus variantes y los de los otros espíritus que interactúan con el hombre en el río, son los que interesan en este trabajo.   Para tal fin en la interpretación del contexto situacional, es importante establecer las relaciones semánticas afuera-adentro que se manifiestan en el entorno.

El espacio adentro está conformado por lo que hay más allá del aire “El chilocó de viento” y “El silvador”, más allá de la tierra “La madre monte” y en lo más profundo del río “La mujer que se llevó el Muan”, “El Muan se llevó el pataló” y “La niña que se llevó el Muan”. En los relatos del Muan y de indios, el adentro es el espacio  mítico de los nativos, el depositario de la tradición y el lugar de sus ancestros. En oposición,  el  afuera es  el espacio tomado, arrebatado y conquistado por  extranjeros  europeos en el que se impone su ley y costumbres. En esta relación de espacios, el nativo y sus iniciados, mamos, payés,  caciques o brujos, tienen acceso a los dos mundos, en tanto que el extranjero  sólo tiene acceso al mundo físico, razón por la cual niegan la existencia del otro.

Esta dicotomía implícita  en los relatos, requiere la presencia de sujetos que se  trasladan de un entorno a otro, poder que está dado a los nativos iniciados o con práctica en rescate y engaño.  Supone también la existencia de un umbral que comunica los dos universos que en los relatos son: la puerta de peñón redondo en el relato “La forma del peñón redondo”;  la portada del encanto del Muan en el relato “El Muan del Saldaña” y la evidencia de seres terrenales que han sido llevados adentro o que han irrumpido en ese adentro para liberar al cautivo, tal como sucede en el relato “El poira de Natagaima”. En esta forma del mundo, la irrupción de las opciones en el momento y sitio menos esperado, demuestra que el umbral no tiene un lugar definido en el tiempo y espacio tal como se concibe en nuestra cultura.  Este hecho genera el carácter ubicuo y atemporal de los espíritus.

El Modo.

El modo de la enunciación se refiere a la participación o no del narrador en los acontecimientos que designa y a las formas de la interacción comunicativa  que puede ser monológica o dialógica.  En los relatos orales del Alto Magdalena la forma de enunciación predominante es la intradiegética dialógica.   El relato trata sobre acontecimientos vividos por el narrador, y en otros casos,  se refiere a acontecimientos que le han contado y considera verídicos por el prestigio de las fuentes.

Respecto al logos o  forma pragmática de la enunciación, la forma predominante es la dialógica.   Diálogo que se efectúa entre los hombres, y que, en el decir entre humanos y no humanos funciona de una forma particular que se expresa a continuación:

Hombres y opciones no se entienden. Los pescadores intentan hablar con el Muan, pero él no los atiende, así lo evidencia el relato “El Muan diablo de la muralla” y en “Él no deja pescar en ningún lao”.  Para que haya diálogo entre hombres y opciones se requiere del exorcismo mediante la injuria. Mediante el uso de palabras soeces el Muan enfrenta o se ahuyenta y  los hombres recuperan a quien él tiene en su poder. Cuando los  hombres acceden al encanto, el espíritu habla, así sucede en los relatos “El espanto que mató a Joaquín” y “La voz del Muan”. Al respecto es factible afirmar que cuando el espíritu enuncia tiene la intención de acabar definitivamente con su adversario, ya no está jugando ni burlando tal como lo hace cuando está en el espacio de afuera o de los humanos. El diálogo obligado anteriormente planteado, se realiza cuando opciones y hombres se encuentran en el espacio y el tiempo, en  sitios alejados y distantes a los centros urbanos o asentamientos humanos, tales como el campo en la oscuridad, en los caminos, en las playas del río, cuevas, etc., sitios a los que pueden entrar  los humanos nativos comunes y  extranjeros raptados o que  entran por equivocación.

En las enunciaciones monológicas intradiegéticas, el narrador recurre al fluir de la conciencia, se dice a sí mismo, reflexiona sobre el acontecimiento que le  ha sucedido o lo evalúa, así sucede en los relatos  “El espíritu del pescador”“Las dos viudas”. También este tipo de enunciación es usado para interrogarse sobre lo que acontece, así se evidencia en el relato “El esteral”.

Finalmente, se puede entender como una forma dialógica las expresiones onomatopéyicas que utilizan las opciones para hacer notar su presencia, como sucede con el “El Chilacó de viento”,  “El Silvador” y “El Muan carraspea”.   Este tipo de formas comunicativas producen respuestas habladas o generan cambios de comportamiento en quien los escucha, puede suceder que se asusten  o abandonen el trabajo.

La Dirección:

En la interpretación de la dirección se tienen en cuenta los roles o comportamientos del narrador frente a las acciones que narra. A este respecto se consideran  en el relato oral tradicional los papeles de agente o paciente.  La dirección agente manifiesta el comportamiento del sujeto que realiza la acción y dinamiza el relato. La dirección paciente trata comportamientos y sujetos que padecen, reciben o son implicados por  la acción del agente. La funcionalidad de las dos direcciones es recíproca e incluyente debido a que no existe acción que no transforme, ni resultado que no sea motivado.

En el relato oral que nos compete, las direcciones agentes - pacientes están definidas. Sin embargo, existe contienda entre espíritus y hombres lo que permite parcialmente el intercambio de roles.   Así en el relato  “La Oyola”, el narrador es agente y paciente de la siguiente manera:

a). Agente: baquiano, pescador, consumidor.

b). Paciente: enfermo por gula.

a). Agente: salvador utilizando el conocimiento de la naturaleza.

Se debe tener en cuenta que la interacción agente-paciente en este relato inicia en a). y termina en a)., de esta manera el agente desarrolla una deixis positiva que puede estar enmarcada en la conciencia predeterminada, donde  de antemano se sabe lo que ha de suceder. Esta es una de las formas características del relato oral en las  que la tensión, o desarrollo del decir prevalece sobre lo dicho. El narrador tradicional suele iniciar su relato diciendo: “voy a contar un cuento de espantos”, generando una superestructura que permite  presuponer el fin del relato, por tanto el goce del narrador y el escucha no está en lo que el relato narra sino en el juego de la enunciación, es decir, en la forma como se recrean los acontecimientos.

En los relatos el comportamiento  agente-paciente se personifica así: agentes: los espíritus: el Muan, el silvador, la madre monte, la guaca, etc.; paciente: el pescador el guaquero, el baquiano, otros. Agentes y pacientes asumen relaciones de: asustador-asustado, burlador-burlado, derrotador- derrotado, informador-informado, revelador- vivenciado.

 
     
  Después de badear el raudal  
     
 

Llegando a la rancha, puntualizaremos la pesca:

1. La oralidad tradicional trata temas ficcionales profanos y temas no ficcionales sagrados, míticos. Los primeros tienen el interés de divertir y moralizar, los segundos, dar razón del hombre y el mundo. El relato oral tradicional del Alto Magdalena que se escucha en este trabajo pertenecen a las historias de las vivencias de los pescadores del río, en tanto, míticas-sagradas.

2. El relato oral tradicional difiere del cuento popular o la puesta en escena de cuenteros narrando acontecimientos a manera de anécdota.  Cuando el narrador tradicional enuncia, evoca invoca, su discurso no tiene interés estético en el enunciado, pero sí en la enunciación. Para el narrador oral tradicional, contar es vivir en un juego de palabras.

3. El relato oral tradicional del Alto Magdalena se caracteriza por ser un texto con interés argumentativo.  El narrador cuenta para que el escucha le crea, por eso fortalece los mecanismos de la enunciación tal como se presentan en este trabajo. Este carácter de la ilocución le permite al escucha interpretar el imaginario del narrador y su comunidad de habla.

4. El narrador en el relato oral tradicional del Alto Magdalena narra desde la  primera persona tanto del singular como del plural. Esta forma de enunciación lo identifica como héroe participativo de los acontecimientos, en los que interactúa en confrontación con las opciones mediante juegos, acechos, persecuciones y enfrentamientos de los que puede salir victorioso o no,  sin arriesgar la integridad de los dos oponentes.

5.  La semántica del contexto situacional, con sus formas de campo, modo y dirección, junto con la gramática pragmática, permiten encontrar los rasgos simbólicos que se reiteran en los relatos, haciéndose representativos

6. Los narradores de los relatos analizados se vuelven pacientes al final de las acciones. Esto se debe a la conciencia determinista en la que todo está signado por la voluntad divina.

7. En el relato oral tradicional del Alto Magdalena, el símbolo más sobresaliente es el agua.  Elemento que participa en los estadios que configuran el universo mítico del narrador. La Luna es, en segundo plano, el elemento simbólico que relaciona los universos de lo humano y lo sobrenatural.

8. El hombre en el relato oral tradicional se encuentra rodeado de seres sobrenaturales que lo burlan o agreden, pero también es acompañado por ayudantes: sacerdotes cristianos y paganos que lo favorecen. En esta dinámica los dos sacerdotes interactúan, hecho que demuestra la fuerza que adquieren las opciones en el plano espacio –tiempo de los hombres, ya que para derrotarlos es necesaria la unión de fuerzas tanto divinas como profanas.

9. La opción que más interpela a los hombres es el Muan. Esta criatura,  identificada por los narradores como de naturaleza profana, rayando en lo diabólico, se puede interpretar como una alegoría a relaciones de oposición entre: Dios-Hombre, Extranjero-Nativo, Cristiano-Pagano, Diablo-Hombre, Muan-Hombre. A esto se debe que el Muan tenga rasgos indígenas y que para encontrar la salvación y la recuperación del raptado por el espíritu se requiera del sacerdote cristiano.

10. El sincretismo que se evidencia en los relatos, es muestra de la relación intercultural del narrador oral, y por ende, de la comunidad en que habita.

Es tiempo de dejar estas palabras, ya se acerca la hora del silvador y la ollita para el caldo de “cucha bien blanquito” está en el fogón. Tomaremos un sorbo sopladito para buen provecho.

 
     
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