Trama y Fondo
VI Congreso Internacional de Analisis Textual

 

Relato y fin del mundo. The Day After Tomorrow

     

Basilio Casanova
Universidad Complutense de Madrid

 

Abstract: Abordamos en este artículo el análisis de The Day After Tomorrow, de Roland Emmerich. En el centro temporal de este film de catástrofes un padre formula una promesa a su hijo, además de proponerle una tarea. Y es frente a la amenaza real de congelación –una nueva edad de hielo se cierne sobre la Tierra− donde la palabra del padre pugna por escribirse, es decir, por hacerse acto. Y es precisamente la palabra cumplida del padre la que abre, para el hijo, la posibilidad misma de un horizonte –un relato.

Palabras clave: catástrofe, edad de hielo, promesa, padre, hijo.

     
  La grieta de lo real  
 

 

 

Bastantes films del director Roland Emmerich se encuadran dentro del llamado cine de catástrofes: Independence Day, Godzilla, El día de mañana o la reciente 2012. Calificado por gran parte de la crítica de director previsible y comercial, en su cine puede rastrearse el esfuerzo por mantener viva, en medio de tanta catástrofe, es decir, del espectáculo mismo de lo real, la forma del relato. Pero de un relato en el sentido que Jesús González Requena da al término en Clásico, Manierista, Postclásico; es decir: una forma específica de narratividad en la que se articulan dos estructuras: la de la donación y la de la carencia (1).

Para tratar de ilustrarlo me voy a centrar en el film del año 2004 The Day After Tomorrow, literalmente El día después de mañana, que es como se llamó en Hispanoamérica.

El film se abre con la imagen de un hombre perforando la gran masa de hielo antártico con una taladradora.

 
 

Una grieta desgarra, pues, la inmensa masa helada. Se diría que nos halláramos ante los efectos mismos del acto de perforar. Y la amenaza consiguiente de quedar completamente colgado, suspendido del abismo.

Y no hay otro abismo que el de lo real.

     
  En el ojo de la tormenta  
 

 

 
 

Pero sucede que una grieta desgarra también otro territorio, otro espacio: el desestructurado espacio familiar de Sam, el hijo de ese hombre –Jack− al que hemos visto al borde del abismo.

 
 

 

 
 

 
     
 

Jack: Sam, lo siento. He sacado mis propias conclusiones. Le llamaré y hablaré con él. Arreglaremos esto.
Sam: No te preocupes.
Jack: ¿Sam?, ¿Sam?

 
     
 

Y lo que sigue a esta escena de desencuentro entre padre e hijo es, sin solución de continuidad, esta otra en apariencia totalmente ajena a la anterior.

 
     
 

 
     
 

−Ven a ver este sistema tormentoso. Es enorme.

 
     
 

Y sin embargo a quien vemos volar en ese avión que acaba de entrar en un espacio convulso −en el ojo mismo de la tormenta−, no es otro que Sam, al que vemos comer de manera compulsiva.

 
 

 

 
  La amenaza  
     
 

El padre, en tanto que científico, hace una proyección de la amenaza, la enuncia −y no parece casual que sean exactamente tres los sistemas tormentosos que amenazan con congelar el Hemisferio Norte−,

 
     
 

 
     
 

Jack: Cuando la tormenta haya pasado, estaremos en una nueva Edad de Hielo.

 
     
 

mientras que este otro hombre, de más edad que Jack, pone nombre no científico sino emocional, experiencial, a esa amenaza de lo real:

 
     
   
     
 

−¡Dios mío!

 
     
 

Una amenaza que cobra la forma, por ejemplo, de una gigantesca ola que se aproxima a Nueva York.

 
     
   
     
 

Y ahí la tienen ustedes en toda su ambivalencia: amenazada sí, pero también reinando soberana, se diría que encabezando ella misma el ataque a la gran metrópoli, la dama de la antorcha, la diosa Libertas.

 
     
  La promesa del padre  
     
 

Y bien: la biblioteca de Nueva York, un espacio poblado de libros, de textos −aunque también un espacio parcialmente anegado, amenazado, como ven, por el agua−, constituye el único lugar desde el que el joven Sam consigue hablar por teléfono con su padre. Nos hallamos ante la escena central del film.

 
     
   
     
 

Sam: ¿Qué está pasando papá?
Jack: Sam, Sam, escucha atentamente. Olvídate de lo que dije de ir hacia el sur. Es demasiado tarde. La tormenta va a empeorar; se va a convertir en una enorme ventisca con un ojo en el centro, como un huracán gigantesco. El aire será tan frío que morirías congelado en cuestión de segundos.
Sam: ¿Qué debemos hacer?
Jack: Escúchame, hijo. No salgáis fuera. Quemad lo que podáis para manteneros calientes y esperad a que termine. Iré a por ti, ¿me oyes? Iré a por ti.

 
     
 

Escena central en la que oímos a un padre destinar primero una tarea y formular después una promesa a su hijo.

 
     
  La chimenea y los libros  
     
 

Será junto a la chimenea cien años apagada de la biblioteca donde Sam y quienes le siguen podrán protegerse del frío, donde habrán de encontrar abrigo.

 
     
 

 
     
 

Ella: ¿Qué es eso que tiene?
El: Una Biblia de Gutenberg.
Ella: ¿Cree que Dios le va a salvar?
El: No. No creo en Dios.
Ella: Pues está cogiendo la Biblia con mucha fuerza.
El: La estoy protegiendo.

 
     
 

Un abrigo precario, insuficiente quizá, pero donde al menos ciertos libros fundadores −y la Biblia, aunque sea la de Gutenberg, es sin duda uno de ellos− pueden ser protegidos.

 
     
  La palabra cumplida  
     
 

The Day After Tomorrow_09 on Vimeo.

 
     
 

Jack: Le hice una promesa a mi hijo y voy a cumplirla.

 
     
 

 “Le hice una promesa a mi hijo y voy a cumplirla”. Tal vez por eso mismo, la tormenta comienza a remitir, el cielo a despejarse y empezamos a divisar tierra firme.

 
     
 

The Day After Tomorrow_10 on Vimeo.

 
     
 

−Tenemos informes de que la tormenta se está disipando en Norte América. ¿Pueden confirmarlo?
−Afirmativo. Está despejando.

 
     
 

Insistamos en ello: porque un padre ha cumplido su promesa.

 
     
 

The Day After Tomorrow_11 on Vimeo.

 
     
 

Laura: ¿Quién es?
Sam: Mi padre

 
     
 

La promesa, en el fondo, de que hay un relato para el hijo, de que es posible, para él, una experiencia de lo real que tenga sentido.  

 
     
   
     
  La función paterna  
 

 

 
 

Y es que la auténtica grieta, la verdadera catástrofe, como ha señalado Jesús González Requena (1), es la provocada por el derrumbe, en Occidente, de la función paterna,

   
     
 

y la emergencia, en su lugar, de una figura femenina −una divinidad materna− absolutamente invulnerable.

 
     
     
     
     
     
       
     
 

En 2012, el último film hasta ahora de Emmerich, el techo de la capilla Sixtina pintado por Miguel Ángel se viene abajo.

 
     
       
     
 

Se derrumba pues el cielo, el cielo simbólico –y con él la obra misma de la creación−, como se derrumban también otros símbolos fundadores de nuestra civilización. De ahí la necesidad, la urgencia civilizatoria −y antropológica− misma de seguir levantando, frente a lo real, relatos que los sostengan.

 
     
  Notas  
     
  (1) GONZÁLEZ REQUENA, J. (2006): Clásico, Manierista, Postclásico. Los modos del relato en el cine de Hollywood, Colección Trama y Fondo, nº 1, Ediciones Castilla, Valladolid.  
 

 

 
  Trama y Fondo  
  logos